Mapas de la Agresividad


(fragmentos escogidos de Reynaldo Perrone)











La agresividad es una manifestación que puede observarse en todo organismo viviente y es necesaria para conservar la vida.

Esta fuerza vital se expresa en todos los intercambios que conciernen a la perpetuación de la existencia, la definición del territorio personal, y las acciones que apuntan a la autoafirmación.  El hombre necesita y utiliza la agresividad en las complejas interfaces relacionales de las que participa. Para el hombre, dueño de su destino, consciente de las consecuencias que él provoca con sus actos, protagonista de la vida y de la muerte, la cuestión de la agresividad es esencial y le concierne cuando se trata de organizar la sociedad donde él vive.

A diferencia de otras especies, en el hombre, la agresividad no está solamente regulada por el instinto y la necesidad, sino también por la socialización y las reglas relacionadas con la vida en común entre las personas: la educación, la instrucción y la ley, modelan entre otros factores, la agresividad de cada individuo para hacerla adaptada y compatible con la vida colectiva.  Gracias a esto, se modela en cada sujeto una competencia incierta para gestionar la agresividad  según se trate de su edad, del contexto social que frecuenta, de su constitución biológica y psicológica y de los encuentros e intercambios que realizará en el marco de las relaciones interpersonales y con el entorno (experiencias eventuales de agresiones, de violencia, de traumatismos, aprendizajes para vivir en un clima de concordia o de conflictos, etc.).


Gracias a una inhibición adaptada y funcional de la agresividad, una cierta regulación emerge en la superficie relacional entre los individuos y hace posible la vida en sociedad.

En un sentido general, agresividad quiere decir fuerza al servicio de la supervivencia.

La agresividad es la representación mental de una fuerza disponible del espíritu. Es una energía que existe para crear, preservar y proteger la vida; dicho de otra manera, es la capacidad para oponerse a la amenaza, a la coacción y a la coerción.  Esta eventualidad, a la que todo individuo debe confrontarse y hacer frente, produce en él una representación psíquica de sus aptitudes disponibles para tratarla y de la fuerza que debe movilizar para sustraerse de la intimidación y de la amenaza de destrucción.  Debe señalarse la importancia de esta representación de la agresividad y de su utilidad para construir un repertorio de respuestas, reacciones y comportamientos adaptados. la ausencia de representación psíquica de la agresividad puede traducirse como una incapacidad patológica de defenderse.

Existe una relación entre autoestima, narcisimo y confianza. A pesar de la diferencia semántica, estos tres conceptos están intimamente ligados, y el primero y el último, tienen que ver con la agresividad.

Autoestima: Es la percepción positiva de sí como consecuencia de interacciones precoces caracterizadas por la confirmación global de la singularidad de la persona.

Narcisimo: Es la capacidad intrínseca de amarse a uno mismo, gozar de esta posibilidad y servirse de los beneficios de ese auto-amor.

Confianza de un sujeto en sí mismo:  Dependerá de la justeza del reconocimiento de sus fuerzas físicas y psíquicas y de sus capacidad para utilizarlas.

Sin agresividad no hay resiliencia, no puede concebirse la resiliencia sin agresividad.

La agresión -en cambio- es la fuerza al servicio de la desestabilización del otro, de su desequilibrio o de la modificación de su naturaleza, con el objetivo de obtener un beneficio o de establecer (o restablecer) una posición más ventajosa. En la agresión hay agresividad que se manifiesta CONTRA ALGO, sea un objeto, una persona, un grupo, una colectividad o una nación. Se necesita de la agresividad para actuar la agresión. La agresión está asociada con sorpresa, rapidez, golpe inesperado, episodio único o repetido, previsible o traicionero. Las agresiones repetidas, la falta de autocrítica con respecto a estos comportamientos, o la reivindicación del derecho a comportarse de esta manera dejan marcas profundas en las personas que sufren de estos atropellos.  Las agresiones están caracterizadas y sancionadas por la ley, sin embargo, NO son actos de violencia.

La violencia, va un paso más allá: su finalidad es destruir el objeto atacado. El destinatario de la violencia vive una experiencia de coerción, de amenaza, de destrucción de su persona.

El estudio de las relaciones que se establecen entre personas según sea su propia carga de agresividad o su falta, permite definir tres formas de violencia que se ofrecen a la observación clínica y la instrumentación de la agresividad determinará el lugar que los actores tomarán en la relación:

Relación simétrica  (enfrentamiento desde posiciones igualitarias):  en este caso se daría la violencia en forma de agresión, tanto uno como otro reivindican su pertencia a un mismo estatus de fuerza y poder.  Poco importa quién ganará la contienda, lo que motiva a los actores a intercambiar entre ellos es restablecer la igualdad, expresar la cólera, y atacar como consecuencia del ataque recibido. Toma la forma de una confrontación existencial.

Relación complementaria (enfrentamiento desde relación desigual en función de la carga de agresividad de cada uno) : La violencia se da en la forma de castigo,  o si no  como represalia (cuando la simetría es latente).

La distinción entre estas tres formas de violencia permitiría diagnosticar el potencial de agresividad de los involucrados y sus respectivos modelos relacionales.

R. Perrone propone identificar 5 posiciones existenciales en relación a la agresividad:


imponerse, afirmarse, integrarse, existir y crecer.


Imponerse:  Se trata de la gestión "utilitaria" de la agresividad. Implica tomar por asalto el lugar donde me encuentro, reivindicar el derecho de apropiarme del espacio, colonizar un territorio sin respetar a las criaturas que lo ocupan. Fijar las condiciones. La autorreferencia, la satisfacción del deseo personal en detrimento del de los otros, son las características sobresalientes.  La característica principal de esta posición es usar la agresión como acto que destruye, borra las fronteras y aniquila las referencias de los individuos, sus apegos a los lugares y a las cosas.  Borrar las huellas de un pasado que hasta entonces excluía al que ahora se impone.  Conducta marcada por la voluntad de crear un vacío que el dominador se apresta a llenar con su presencia sin tomarse la molestia de esperar, sin merecer sus ventajas ni justificar los méritos, sin ofrecer argumentos ni proponer una ética aceptable y legítima. La negociación es imposible. La norma es la ausencia de diálogo, y cuando este se da, no es un instrumento de intercambio, sino de imposición, de captación y de apropiación del otro (o de sus propiedades).  Esta posición es producto de una reacción, es irracional. La explicación no tiene sentido y no sirve a efectos de la pacificación. Pensamiento dualista, hay amigos o enemigos, bueno o malos, semejantes o extraños. No hay empatía, si hay dolor es el que genera la sed de venganza, de represalias o de desquite.  Los atropellos que suceden en los espacios públicos o privados, nacionales e internacionales -a pesar del imperio de la ley- son ejemplos del desborde de agresiones y violencia del que es capaz el ser humano.

Afirmarse: La motivación predominante es obtener el reconocimiento del otro y construir la propia identidad. Aquí la agresividad está al servicio de la conquista del espacio personal pero no existe intención de destruir al destinatario del reclamo. A veces, las transacciones interpersonales están saturadas por frecuentes conflictos, pero estos son la vía para la resolución de tensiones y el desarrollo de las personas involucradas. Afirmarse presupone lucha y confrontación, pero se trata de una rivalidad crítica, portadora de resolución. Si bien el conflicto existe, expresa una demanda, una existencia perentoria o desesperada de búsqueda de ser aceptado. Se observan manifestaciones de fuerza, actitudes amenazadoras, destinadas a marcar un territorio propio. Hay agresividad, pero no violencia. Las experiencias de éxito o fracaso están presentes en aquellos que encarcan la posición afirmarse, dado que se encuentran frente a la expectativa de un reconocimiento. Las nociones de devenir, de tiempo, de existencia, de dependencia, de autonomía, de tener derecho, abren un repertorio inagotable de intercambios con el prójimo. Tarde o temprano,
de esas interacciones emergerán el diálogo, la explicación, la argumentación, y la negociación.
Más allá de las exigencias por momentos caóticas es prosible percibir una necesidad; de este caos emerge poco a poco una relación constructiva que se transforma en fuente de afirmación y de confianza en sí mismo. Los individuos que se encuentran en esta posición
participan y adhieren a los ritos de pertenencia y de pasaje, propios de los adolescentes y de los adultos, ritos a veces violentos, pero que no tienen el espíritu de destrucción señalado en la posición imponerse.

Integrarse: Evoca la utilización de la agresividad para construir con los otros, las condiciones de la vida colectiva. Exige, ante todo un conocimiento mínimo de la entidad a la que desea integrarse y la aceptación de las reglas propias de su naturaleza.  La fuerza y la determinación que exige la integración necesitan de la agresividad, dado que sin esta no hay definición del contorno de la identidad y por lo tanto falta la afirmación. Integrarse se caracteriza por la búsqueda de la confirmación de la propia identidad. La experiencia de la integración implica una transformación de sí mismo en la continuidad: siendo consciente de lo que se es, se llega a aceptar la similitud y la diferencia con los otros y a convivir con ellos. La integración exige tener la capacidad de separarse de los grupos de origen para pertenecer a otros sin perder la propia identidad. esto implica aceptar la singularidad de cada uno, la diversidad de la naturaleza, del alter ego, la noción de conjuntos, de clases y de series comienza a formar parte de las categorías de análisis en el nivel cognitivo y a tener sentido en el nivel afectivo. Debe uno integrarse para dar y recibir, para construir, para obtener y ofrecer confirmación, aliento y seguridad.  En esta posición aceptamos la solidaridad, la interdependencia y la deuda entre generaciones. Reconocemos el legado de nuestros antepasados y nos inscribimos en el proceso que nos responsabiliza respecto de nuestros descendientes.  Sin integracion no puede concebirse un cambio recíproco. Cuando entre las partes las agresiones y la violencia entran en juego, el proceso de integración se transforma en imposición, rechazo, desconocimiento de la alteridad y mutua exclusión.

Existir o subsistir: Con esta posición aludimos a aquellos seres que no pueden confrontar ni oponerse al apremio, su conducta es la expresión de una dificultad de exteriorización de la agresividad, se acomodan a las circunstancias como elementos neutros de un grupo y pueden ser utilizados para su detrimento por los elementos dominantes. La timidez, la inhibición, la aversión al conflicto, el temor o la reserva son la manifestación de una dificultad grave para instrumentar la agresividad. Esta posición denota sufrimiento o un estado de extravío psíquico.  Se observa una neutralidad permanente que evita sistemáticamente toda implicación y toma de posición. El objetivo es permanecer, aguantar, adaptarse, renunciar a toda afirmación, sacrificando la propia identidad, y el territorio personal. Tienen una débil autoestima.  Suelen hacer coaliciones con quienes tienden a imponerse.

Crecer: Esta posición evoca el buen ajuste de capacidades, competencias y experiencias de vida. El carácter transitivo de crecer permite retener el sentido de una evolución positiva donde las fuerzas, las energías -comprendida la agresividad- son movilizadas para construir un destino compartido pero con eventuales confrontaciones, conflictos, toma de posiciones, y con sus consecuentes éxitos y fracasos. El que llega a la posición crecer es capaz de oponerse a aquel que quiere arbitrariamente imponerse. Puede aceptar la necesidad, explicitar su intención y "pagar el precio" el precio de la integración, sabe trabajar para posibilitar la integración de los otros, puede permitir que aquel que lo necesita pueda afirmarse, está capacitado para proteger y estimular a aquellos que viven en la posición existir. Crecer supone ser consciente, tener la capacidad de introspección. La característica principal de esta posición es la responsabilidad y la tolerancia no en el sentido moral, sino de la las relaciones interpersonales. Realización de las potencialidad en una perspectiva de aceptación fluida de la diferencia y de la igualdad entre unos y otros.

Las cinco posiciones se articulan concéntricamente de tal manera que la segunda contiene a la primera y así sucesivamente.

Cada individuo acomoda sus recursos como puede, avanza y retrocede de una posición a otra, siempre con el propósito de crecer.

Sin embargo se ha comprobado que según las posibilidades y oportunidades que brinda la sociedad y las potencialidades de cada uno, algunos individuos se sitúan en una de las posiciones existenciales más que en otras durante algún período de su vida.

La coexistencia del que se impone y del que quiere integrarse no es compatible.

El padre que se encuentra en la posición de imponerse no puede conseguir que su hijo se afirme.

Las variables son numerosas y muestran la complejidad de las relaciones humanas, sin embargo la constante que liga todas estas posiciones es la manera de utilizar la agresividad y el sentido final que se le otorga a su instrumentación.

Las reacciones provocadas por los ataques provenientes de las relaciones hostiles o el medio ambiente activan reacciones adaptativas denominadas estrés.






El Dr. Perrone es psiquiatra, terapeuta individual, de pareja y familia. 
Argentino, vive en Francia desde hace casi cuarenta años 
y pertenece a la corriente de la terapia breve. 



Fuente:  PERRONE,  Reynaldo - "El Sindrome del Angel.  Consideraciones acerca de la agresividad", Paidós Terapia Familiar, Buenos Aires, 2012.