El adversario interior: Un enemigo que se vuelve socio.






No basta con querer, a cualquier precio, mirar cada uno su verdad. 
Lo importante es la calidad de la mirada"
Théa SCHUSTER


El contenido reprimido debe hacerse consciente para producir una tensión de opuestos sin la cual es imposible avanzar.  La mente consciente está encima, la sombra debajo, y así como lo alto y lo caliente siempre anhelan lo bajo y lo frío respectivamente, toda conciencia, quizás, sin darse cuenta, busca su opuesto inconsciente, sin el cual está condenada al estancamiento, a la congestión y a la osificación. 
La vida nace sólo de la chispa de los opuestos. 
C. G. JUNG


Freud encontró que aunque se hiciera una buena interpretación de un síntoma, este se mantenía, y pensó en la existencia de una fuerza interna que busca la autodestrucción y que a veces se asocia a la pulsión de muerte.

Jung habló de la sombra, de una instancia alejada de la luz.

Lacan, del goce que se opone al placer y es responsable de que repitamos a lo largo de la vida los mismos errores que nos hacen sufrir. 

Lo cierto es que tenemos una instancia psíquica que nos lleva a perder, que nos impulsa al derroche. Es el transformador del que habla Charly García en "Inconsciente colectivo", el que "se consume lo mejor que tenés/te tira atrás, te pide más y más /y llega un punto en que no querés".

Aceptar la existencia de lo inconsciente negativo a veces nos puede hacer sentir en peligro, pero el peligro no desaparece por la simple negación de su existencia, todo lo contrario.

La meta del adversario es crear una separación entre el hombre y el Ser Esencial.  Como en su fuero interno está habitado por la angustia que le inspiran los  abismos oscuros e insondables de lo desconocido, lo inexplicable, lo inconsciente, lo que está herméticamente cerrado a la aproximación intelectual;  entonces toda su energía tiende hacia la sensación de seguridad, llevando al hombre a vivir únicamente en el plano de su "pequeño yo", lejos de la profundidad, lejos de la riqueza verdadera. (Thèa SCHUSTER)

Es posible reconocer a esta "fuerza negativa" que se opone a nuestra evolución,  si logramos entablar un diálogo, puede terminar siendo un acicate evolutivo

El parámetro para observarlo es estar atentos a todas las cosas que se oponen a la realización del sí mismo primordial, al despliegue de la realización de quienes somos, de la realización de nuestra esencia

Esta fuerza negativa -qué Jazmín Gullí llama "vórax" por su voracidad y depredación- nos lleva a que nuestros actos no tengan nada que ver con "la Verdad" de nuestro yo más profundo. 

Nuestra vida se va convirtiendo en una vida falsa, repetitiva, seguimos el camino que siguieron otros y nos olvidamos de trazar nuestro propio camino.

El deseo de nuestro ser puede no aparecer con claridad durante mucho tiempo y sin embargo, tener una orientación. A veces, vamos orientando nuestra vida hacia una meta que todavía desconocemos y, llegada una edad y una visión retrospectiva, nos damos cuenta de que siempre estuvimos orientados

Mientras nos vamos realizando -ya dirigidos por esa fuerza superior (luminosa) nuestra-  también podemos "transgredirnos".  El vórax (nuestra sombra) nos lleva a transgredirnos en pequeñas cosas que no parecen significativas, pero una suma de pequeñas traiciones genera desorientación. 

El vórax es un depredador y sabe qué argumentos usar, en qué situaciones comprometernos, con quién asociarnos para que todo se descarrile o se derrumbe.

Por eso es necesario que lo reconozcamos y descubramos sus maneras de actuar en nuestra vida.

El vórax es siempre una instancia interna en la psiquis, pero se manifiesta también en el exterior, a través de personas que toman el modelo interior de la psique de su "víctima", agentes externos que son posibles gracias a nuestra predisposición inherente: "Cómo es adentro es afuera, y visceversa"  (principio hermético).

Es la relación dinámica con el vórax -la lucha conciente con esta instancia que busca argumentos y modos diferentes para que  yo no me tome a mí mismo- lo que nos permite transformarnos y evolucionar. 

Y eso es lo más difícil porque nos es más fácil no verlo o, si lo vemos, rechazarlo, y es necesario sacar los demonios a la luz del día para vencerlos

No estamos acostumbrados a reconocer el vórax como propio.

Es cierto que está representado en el exterior, en el sistema, pero el sistema tiene efecto en mí porque el vórax es inherente a mí. Entonces, lo primero es reconocerlo como propio, establecer una alianza que incluye una lucha que no es de enemigos, aprender a verlo como aquello que me acicatea y que también me fortalecerá si sé lidiar con él. La fuga de energía y el derroche se producen porque estamos dormidos, porque tendemos a distraernos.

Para aprender a lidiar con el vórax hay que estar muy alerta

Es una instancia que se aprovecha de la desconexión cardíaca y avanza sutilmente cuando nos separamos de nuestros fundamentos sensibles, del camino del corazón:  realizarse. 

Esto implica una responsabilidad. 

A veces es "no estar con la conciencia tranquila"  en lo que se refiere a seguir perteneciendo a un sistema homeostático y tibio, confortable.   (La responsabilidad de forzarnos a salir del "área de comodidad")

No cerremos los ojos a la mitad "destructiva". El equilibrio solo se consigue considerando al vórax.  Podemos instalarlo en el lugar del enemigo Y DEJARLO FUERA, pero está dentro de nuestro psiquismo y está al servicio de la evolución.

El vórax nos obnubila la percepción de lo que es mejor para nosotros. 

A medida que evolucionamos, las pruebas son más difíciles de captar y de decodificar.

El tamaño del vórax es proporcional al grado de luz y refinamiento espiritual que tenemos.

Hay una vertiente donde el vórax es lo que ayuda a la creación, pasado ese límite, caemos en su territorio y, como es un usurero, empieza a pedir más y más hasta que elimina la creación y se vuelve pura destrucción: así como en el gusto el empalago obstruye los sentidos, el goce produce un embotamiento en el plano mental, satura y obstruye el deseo.  Y eso es fatal. La obstrucción del deseo no es solamente que desaparezca el deseo de estar vivo, sino que desaparezca el deseo de alcanzar una meta, de elevarnos.

La manera de enfrentar al adversario interior no es excluyendolo sino incluyendolo.

Cuando lo enfrentamos sin negarlo, nuestro corazón se fortalece por dos motivos: 

- porque recupera el centro, su verdad profunda, con esa fuerza que estaba dormida, y 
- porque el acto de incluir nos fortalece mucho más que el de excluir. 



"Quizás los dragones que amenazan nuestra vida 
no sean sino princesas anhelantes 
que solo aguardan un indicio de nuestra apostura y valentía. 
Quizás en lo más hondo 
lo que más terrible nos parece
 sólo ansía nuestro amor."

Rainer Maria Rilke







(Fragmentos seleccionados y  adaptados 
publicado por Editorial AGUILAR; 
y de "El Adversario Interior" de T. Schuster,
publicado por Ediciones Luciérnaga.)