El Milagro de la Primavera

Paisaje del Valle del Vermland - Suecia

Selma Lagerloff es "la abuela de la literatura sueca", 
nació en 1858 en una granja de la provincia de Vermland, 
cerca de un lago -hielo en invierno, vaporoso azul en verano-
una zona campesina de estrechas praderas y montañas. 

Escribió en su tiempo Herman Hesse: "Selma posee el rasgo quizás más esencial de la persona genial: su afinidad entrañable con todo lo existente, su riqueza de relaciones con todas las cosas y criaturas del mundo, su memoria extraordinariamente viva y poderosa, 
sin las que ningún genio ni arte son posibles..."

Selma Lagerloff
Premio Nobel de Literatura
(1909)



En el Vermland, sobre todo en la parroquia de Selma, 
todos los pobladores se conocían por su nombre, 
desde hacía varias generaciones iban todos a rezar al mismo presbiterio 
y concurrían todos, sin que faltara nadie, a cada uno de los entierros.

Vivían allí campesinos ricos, campesinos menos ricos y campesinos pobres. 
La gente hacía su pan en los hornos de su casa -lo mismo los pobres que los ricos- 

y todos trabajaban.

Se casaban entre ellos, danzaban con sus trajes de fiesta 
en Pascua y en Navidad o en las claras noches de verano 
y aceptaban la jefatura moral de las viejas familias 
que desde hacía trescientos o más años explotaban las mismas granjas 
y que eran ejemplo de nobleza, honradez, laboriosidad y piedad. 


La granja en que nació Selma se llamaba Marbacka



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Vista actual de Marbacka 

El trabajo era duro en Marbacka 
y se prolongaba desde el principio hasta el fin de año ordenado, 
como la vida, por las fiestas -la Navidad, el Año Nuevo, la Pascua, 
la fiesta de San Juan, la Feria del otoño- y por las estaciones.

"Sí, se trabajaba mucho en Marbacka" -dice Selma-, 
pero ¡qué deliciosas eran las fiestas en las que se cantaba y se bailaba!  


Se cultivaba el centeno y la avena, pero también las rosas y los jazmines.




Todo el día se penaba, pero en la noche se leían preciosos libros 
o se oían cuentos e historias junto a la lámpara. 


"Qué duro el estudio de la Gramática y la Historia...
pero ¡que divertidas las piezas de teatro que se representaban en la casa!".

"Sï, había que cocinar , que plantar rábanos y coles, 
pero en las noches, se tocaba el clavecín, la flauta, el violín, o el piano..."



En las largas veladas de invierno, su padre hilvanaba junto a la chimenea historias, 
cada noche un nuevo episodio de aquella aventura sin fin que los niños oían transportados... La abuela contaba o inventaba cuentos y leyendas en todo momento 
y a propósito de todas las cosas. 


Historias de  dioses y de gigantes; de trasgos, de duendes, 
de dríadas; de caballeros vestidos de hierro; 
de castillos encantados; de ciudades desaparecidas, 
de guerreros, de corsarios y de reyes; de héroes reales o imaginarios 
-buenos unos, malvados otros- pero siempre grandes y magníficos. 






En los linderos del bosque vivían, en cabañas grises, 
viejas tejedoras que sabían historias de brujas y de "aparecidos", 
de demonios y de vírgenes raptadas por los gigantes. 
Selma se llegaba hasta ellas anhelante 
y bebía en sus labios la poesía de la montaña y de la selva. 
De las historias de los trasgos y espíritus del bosque, 
pasó a las de los monjes de ojos hundidos 
y a las de las monjas enclaustradas en conventos sombríos 
que tuvieron "visiones" y que oyeron "voces"...



Y siempre, tramada con la aventura humana, 
aprendió a ver y a sentir la Naturaleza
los animales de la tierra, los pájaros del cielo, 
los árboles ensimismados, las flores, los torrentes desbocados, 
el misterio de la nieve, y el misterio de la rosa.

Klimt - Jardín de Flores
"¡Ay, Marbacka! 
¡Qué dicha respirar aquel aire, sentir aquel frescor, 
mirar aquella luz tamizada por los árboles!"


Klimt
La semilla de la irrealidad y del ensueño prendió en su alma 
desde que tenía menos de tres años y no la abandonó nunca. 


La Naturaleza en torno era misteriosa y terrible como los cuentos de la abuela. 


El viento aullaba en la negrura de las noches de invierno;
 en el paisaje duro de la nieve, escondidos en cuevas, dormían los osos.




¿Cómo no creer en genios y milagros, al ver de pronto, aparecer la primavera?


Es seguro que, desde muchos años antes de su muerte, 
Marbacka ya se había convertido, para comodidad de sus moradores, 
en una finca moderna con luz eléctrica, teléfono, tractores, y automóviles...

Pero hay algo que para nuestra dicha, no cambiará jamás en el Vermland, 
algo que nos regocijará, asimismo, una y otra vez,
en nuestros jardines, plazas o balcones de cada rincón de la Tierra
y siempre a su debido tiempo:



La Naturaleza, los vientos indomables...
la nieve, los árboles, los pájaros...
y el milagro de la primavera.




Mientras haya en el mundo primavera, ¡habrá poesía!
(Gustavo Adolfo Bécquer)






Selección de Alejandra Ferreiro - Fragmentos adaptados de la introducción de Palma Guillén de Nicolau a
la 8va Edición de  "El Maravilloso Viaje de Nils Holgersson" de Selma Lagerloff - 
Editorial Porrúa, México, 1994.