La pareja: Un espacio de creación

por Roberto Longhi

¡Cómo degradamos el amor cuando el deseo de eternidad se hace tiempo, anillo y promesa! ¿Puede acaso prometerse el fuego?. Si lo infinito cabe en un sólo instante, ¡qué sacrilegio tratar de hacerlo cotidiano! Si la pasión está reñida con los límites ¿por qué ese empeño por encajarla en modelos de pasamanería moral?. 
Somos seres de eternidad y de tiempo. La sabiduría consiste en no confundir los impulsos. (Chantal Maillard).
[Pasamanería: objetos y complementos de decoración confeccionados a base de cordones, borlas o galones].
“El amor no vence a la muerte: es una apuesta contra el tiempo y sus accidentes” (Octavio Paz).
“… naturalmente somos reacios a concebir el amar como si fuera una pulsión parcial de la sexualidad entre otras.”  (Sigmund Freud. Pulsiones y destinos de pulsión 1915).
Voy a ver si logro transmitirles una forma que he aprendido, creído, de entender a ese vínculo tan particular que entablamos los humanos, seres hechos de tiempo y de eternidad que llamamos ”pareja”, y en donde circula, se busca, se aprende otro gran asunto humano, el Amor.
Voy adelantando que entiendo este encuentro, la pareja, como un proceso, como un camino de aprendizaje en el que participan 3 dominios de lo humano: la sexualidad, el erotismo y el dominio más restringido del amor. Participan así los dominios de la naturaleza, de lo psíquico y de lo trascendente, lo sobrenatural, “el cerco de lo hermético”, en palabras del filósofo Eugenio Trías.
Toda pareja constituye un inconsciente común alimentado por las proyecciones de sus dos triángulos edípicos y sus objetos internos proyectados en el vínculo y en el otro, formando una zona, una red interfantasmática.
Hasta aquí vemos la cantidad de obstáculos que esta descripción implica, y el tipo de tarea con la que se topa una pareja para poder limpiar esa primera impronta especular narcisista para lograr vincularse con la realidad del otro diferente de ese sí mismo, para crear una vinculación que instaure una zona de producción de novedades, no de repeticiones, en la sujetividad de cada uno de los miembros.
El camino a recorrer en el área de desnarcisización del vínculo va destinado a crear un espacio vacío, sagrado donde aparezca el amor. No como una ilusión narcisística, no como una realización de deseos pulsionales sino como la realización de otra demanda del humano que implica al ser, que no es pulsional, que no desea la gratificación de una fuente sino que en lugar de desear, anhela ser más con el otro.
Ese aprendizaje, camino de ilusión-desilusión, como el camino a Ítaca de Kavafis, iría desde la Naturaleza, sexualidad, el fuego primordial, según Octavio Paz, que levantaría la llama roja del erotismo para ir más allá alcanzando y sosteniendo una llama azul y trémula: la del amor. La llama, nos dice el poeta, es la parte más sutil del fuego, que se eleva y levanta a lo alto en figura piramidal.
“No estoy loca por ti, estoy viva por ti” decía la poeta Gloria Fuertes en un poema que siempre me conmovió pero que, luego, en el camino de estar siendo, lo sentí como incompleto; la poeta había evitado la locura pasional, fusional del amor pero había caído en una dependencia vital poderosa del objeto de amor, por lo que me parece, en la línea que estoy planteando, que a este poema la faltarían dos versos: “no estoy loca por ti, no estoy viva por ti, estoy siendo contigo y sintiendo una vivacidad pura “.
El camino a Ítaca de una pareja en esta dimensión tiene como base fundamental la lucha contra la ilusión de Narciso y la satisfacción de otras búsquedas humanas que tal vez también tengan el carácter de pulsión, la búsqueda del regreso a Thalassa, al Gran Todo, con los otros, con el otro,” los diminutos todos innumerables”.
El psicoanálisis nos transmite en su evolución teórica un mundo de relaciones con el otro, producto de proyecciones fantasmáticas que lo distorsionan, lo ocultan, pero también el logro de pasar de esas relaciones de objeto fantasmatizadas a un vínculo con un sujeto otro que visto en su alteridad pueda producir novedades, nuevas marcas en nuestra sujetividad. Tal vez más allá de la relación de objeto y de la vinculación podamos definir la aparición de la participación.
En la pareja el vínculo debería llegar a lo participativo, participar es estar juntos, unidos en las diferencias, no en las semejanzas, para dar lugar a los anhelos del ser, que quiere ser más con los demás, participando de manera solidaria con el otro, con los otros.Pero ahora comprendo más la idea de Fromm; el amor no es un punto de partida, es un punto de llegada. Comienza cuando termina el enamoramiento y se da a través de un acto participativo-solidario con el otro. Esa participación también evoluciona desde la relación de objeto, en el sentido más clásico psicoanalítico, pasando por el vínculo, participar, encontrarnos, también es un punto de llegada, no de partida.
Podemos estar juntos, hoy puede ser el ejemplo, pero podemos lograr, o no, encontrarnos, participar, eso dependerá del grado de alzamiento que hagamos de nuestros propios egos, de la disposición que tengamos a abandonar las idealizaciones y demandas narcisistas y, como sucede en los grupos, al desyoificarnos, poder crear un espacio vacío, potencial de toda creatividad y conectarnos con un inconsciente transpersonal que nos trae otro tipo de conocimiento, como en la red en la que participan todos los miembros de la comunidad en la película Avatar.
La tarea de la participación en la pareja es el intento de atravesar las etapas que van del fuego a la llama azul y construir entonces un amor que tienda a ser transpersonal, que nos recuerde, como dice Octavio Paz, nuestro parentesco con el Universo:” la mujer y la montaña, el árbol y el hombre son sus semejantes”; el amor aquí construido debe ser una reconciliación con la Naturaleza y transformarse en un Valor.
El objetivo creador de la participación en pareja, sería despejar Narciso, para poder crear ese espacio vacío, potencial, de todas las posibilidades y que superarían, en parte, las contradicciones de los 6 ejes antes mencionados. Si los sueños, los lapsus, los síntomas, pueden ser vías regias al inconsciente, según Freud, la pareja, podría ser una participación, un espacio sagrado que nos dé una oportunidad regia para descontruir nuestro narcisismo y lograr una vía a lo espiritual, a través de la participación en ese amor, atravesando el espejo del enamoramiento como Alicia en el País de las Maravillas.
Entonces, ¿cuándo seguimos o cuándo lo dejamos con una pareja?, ¿cuando la llama roja del juego sexual se extingue? ¿después de varios años en que ese cuerpo se acostumbró, aburrió a la mirada, no satisface a la fuente pulsional o que ya sentido como poseído o envejecido no satisface a la fuente narcisística, por lo que muchos deciden separarse, para negar el paso del tiempo, eligiendo otro objeto más joven o porque ese objeto ya no da seguridad y se busca otro objeto protector,o lo dejamos cuando no logramos superar en parte ninguna de las contradicciones y nuestro ser queda bloqueado en su anhelo, no logra extrañarse, no puede seguir siendo?; porque no logramos, como Alicia, ajuntados en este caso, en nuestras diferencias, atravesar el espejo. Tal vez esta dimensión de la pareja, la espiritual, que está muy poco presente en estos tiempos que corren en donde estamos enfermos de falta de trascendencia – diría Kafka- pueda darnos un acceso a ese amor que es posible construir, jugar con la pareja, que creo, es un reto mucho mejor para curar los síntomas, que la salida swinger”el intercambio de parejas” tan de moda hoy en nuestras sociedades “desarrolladas”,  y nos haga vislumbrar desde este cerco de lo aparente que es nuestra relación, ese otro cerco hermético, misterioso que siempre nos habita, que está tan encriptado en nosotros y que también produce síntomas como en un retorno de lo reprimido.
Ese logro trabajoso de un vínculo solidario, participativo a lograr o no con nuestra pareja si bien no nos regresa a las aguas de origen, nos reconcilia un poco con el exilio del paraíso. Una comunión que nos una, en una zona de silencio, emparejarse es como construir un poema, que es productor de silencios; decía Beckett que él escribía para llegar al silencio, la pareja, entonces, podría ser definida como un organismo vincular productor de silencios.
Roberto Longhi Tartaglia
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Roberto Longhi es Psicólogo clínico, Psicoanalista, Presidente de la Asociación Cultural para la Investigación en Psicoterapias Psicoanalíticas (Acippia). Fuente original del artículo: http://terapiasinfronteras.com/blog/uno/wordpress/la-pareja-un-espacio-de-creacion-resumen

Ilustración: “Eros y Psique” de Antonio Cánova


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