Yayoi Kusama en el Malba: Arte, Trauma, Espiritualidad y Nuevos Abordajes Psicoterapéuticos.







Help !
 I need somebody
Help ! Not just anybody
Help!
You know I need someone
Help !

 The Beatles


¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves?
Divididos


      

El oxímoron viviente.


¿Cómo mirar con ojos suficientemente limpios?

¿Cómo mirar de tal manera que mirar pueda transformarse en la capacidad superior de ver?

Ver más allá, adentro y afuera, es lo que hace de un artista un visionario, y de un visionario un artista

Esta japonesa emergente de la era de Acuario nos invita a participar, a circular entre sus instalaciones, abiertos a experiencias que nos permitan destilar algo de su alma, y -con suerte- de la nuestra. Confrontar a nuestros ángeles con nuestros demonios, las pulsiones repetitivas con las creativas, el pasado con el aquí y ahora, y ambos con el infinito. Todo esto por la módica suma de cuarenta pesos, siempre y cuando nos animemos -como nos salga- a algún tipo de pagana “común–unión” con lo que allí se ofrece.

Porque Kusama nos invita a vivir al Malba por estos días y hasta el 16 de septiembre como un Portal, un templo de iniciación que abrazando el arte, la cultura, lo humano actualiza y renueva la experiencia mítica de los misterios del Flower Power, pero globalizadamente y en tiempo presente.

La retrospectiva de 60 años, sigue de gira por las grandes capitales culturales del mundo, resonando en los medios de comunicación masiva, movilizando a los miles que acuden a su llamado artístico visible y también por qué no, a un llamado inaudible. Así como no es lo mismo mirar que ver, tampoco es lo mismo oír, que escuchar. La diferencia está en la actitud, y en la cualidad de nuestra atención.

Es preciso mantener la conexión, la alineación, la sintonía. Seguir el continuo de la conciencia para que no se apaguen los ecos de lo vivido en el Malba.

Las “performances” de Kusama a fines de los años ’60 eran rituales, porque los artistas de la época, oficiaban como sacerdotes propiciadores de experiencias que pretendían ampliar la percepción de sus acólitos y desencadenar una nueva visión del mundo. Una experimentación revolucionaria que abriera nuevas posibilidades, inaugurara nuevos permisos, aflojara rigideces, sacudiera las pesadas estructuras.


New York, año 1967. Hippies neoyorquinos participan en orgías artísticas de la mano de una joven artista llegada de Oriente. Para esa misma época en Esalen, California –algo así como el Oriente norteamericano- se experimentaba el LSD con fines terapéuticos y se creaban las famosas “sesiones grupales prolongadas de autoconocimento ” . Kusama y los terapeutas de Esalen tal vez nunca se cruzaron, pero pertenecieron a la misma tribu, fueron sacerdotes de la misma orden secreta, conspiradores de Acuario como los bautizó Marilyn Ferguson para quien “conspirar” significaba “respirar juntos”. Los Conspiradores de Acuario sabían que somos cuerpomente y que no es lo mismo “pensar acerca de algo”, que “vivirlo”. Sus historias vitales y prácticas intuitivas los llevaron a honrar esa dimensión de lo humano que existe más allá de la palabra y que solo se siente en conexión con el cuerpo. Lo que sentimos en el cuerpo, lo que hacemos con el cuerpo tiene consecuencias en el modo de procesamiento de nuestra mente y viceversa. La propuesta era deseducar y liberar los sentidos. Aceptar funcionar como un cuadro de doble entrada y saber que las dos variables son igual de importantes. Este fue uno de los legados de la época.


Buenos Aires, año 2013. Atravieso con mi cuerpomente la cortina de lanilla azul oscuro que comunica el corredor iluminado del Malba a un otro espacio. Las barreras humanas de público circulando entre las instalaciones imponen un nuevo orden al aparentemente establecido y logran desarticular mis posibilidades de anticipar por completo lo que veré. Paso de la luz a la oscuridad del microcine, y entonces es como pasar de una dimensión a otra en la pantalla de un video-game. “Al principio Dios creo el cielo y la tierra. La tierra estaba desierta y sin nada y las tinieblas cubrían los abismos, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. Dijo Dios. “Haya luz” y hubo luz. Dios vio que la luz era buena y la separó de las tinieblas… “. Yayoi nos convoca a un Nuevo Génesis. Las imágenes iniciales del corto SELF OBLITERATION flashean estroboscópicamente en algún rincón de mi laberinto interior. Sentados en el piso, frente a la pantalla, en la oscuridad de la sala despojada, impersonal, y aun así íntima, atestiguamos y por momentos nos fundimos con un caos de imágenes que se rehúsan a la codificación, detienen momentáneamente –si las dejamos- nuestro raciocinio, y activan nuestro caleidoscopio interior. Acusamos recibo del estímulo y quedamos a la espera de que alguna configuración nos resulte significativa. Placer. Displacer. Imágenes psicodélicas. Luces y sombras. Caos. Orden. Quietud y movimiento. Foco y obnubilación. De repente, clima bucólico. Kusama ejecuta rituales de comunión con la naturaleza, se interna en aguas primordiales. Más tarde, psicodelia y desnudos. Sacraliza y desacraliza la desnudez. Utiliza el recurso de escenas sobreimpresas, como un fotógrafo- fallido que-olvidó-correr manualmente-la-película de su Instamatic. Las orgias nebulosas parecen transmitir la fuerza de lo instintivo, de lo colectivo que se abre paso. Queda en sombra la contracara del “amor universal” -tan caro a los ideales de Acuario y que se hace presente mediante su ausencia. Este corto es una muestra lisérgica en crudo, el lado B (o el A) de HAIR. Me refiero a la primera ópera-rock de la historia, estrenada en 1967 en el Off-Broadway y reciclada para el cine en 1979 por Milos Forman (el de Amadeus). Las imágenes del musical son una referencia lícita con la que estos documentos de Kusama establecen un juego orgánico de figura-fondo.


Fue a través de HAIR que la cultura hippie –y sus estereotipos- se dieron a conocer masivamente al mundo; al igual que las orgías de Kusama, la ópera-rock también desafiaba normas establecidas, escandalizaba desde el primer acto: sus actores y actrices aparecían desnudos en el escenario y movilizaban controversias donde quiera que fuesen.

Fuera del microcine, ya a plena luz, vislumbro la siguiente estación de mi peregrinaje: una pantalla LCD con imágenes en blanco y negro, sin sonido, documenta ahora una performance en Central Park circa 1968. Gran cantidad de público se ha dado cita frente a un escenario igualmente atestado de seguidores, esperan divertidos, ansiosos, burlones, nerviosos, rodeando a la muchacha-de-ojos-de-papel-rasgados que en bikini, semidesnuda, con piel y pelo de lunares blancos autoadhesivos, luce su capa cubierta de estrellas. Percibo (o imagino) tensa expectativa. ¿Tal vez sólo se trate de la “provocación” que significa estar reunidos allí? Llega la policía, los representantes del orden, como solía llamárselos- y por lo gestos juraría que están diciendo: “Vamos… qué diablos está pasando aquí? Circulen… circulen…” Yayoi es bajada cuidadosamente del escenario como si fuera una muñeca. Los presentes la rodean protegiéndola, guardaespaldas espontáneos que junto a ella emprenden la retirada primero caminando con falsa tranquilidad y disimulo, para luego echarse decididamente a correr. La policía los dispersa, los desaloja. La princesa se desgreña, se le van despegando los lunares, se le resbala la capa de estrellas, que termina un poco patéticamente hecha un bollo debajo del brazo. Mientras escribo esto, minimizo, abro otra pestaña, y me meto en You Tube, busco Hair, encuentro el tráiler de Forman, que me muestra a 4 amigos quemando en un ritual privado pero provocador el documento que los convoca a alistarse para ir a Vietnam. Ajá, me digo: esta es la gente que seguía y protegía a Yayoi. Hair en mi notebook me regala otra escena muy Kusama, que me recuerda la imagen de Yayoi montando caballo-a-lunares, ambos en compossé : los hippies danzan como chamanes en el Parque Central. La policía montada patrulla el lugar inquisidora y (believe it-or not) las patas de los caballos se pliegan a la coreografía imitando a los jóvenes al ritmo del canto de Acuario. Poético truco, bien ahí, Milos Forman! Las criaturas han sido hermanadas y humanizadas merced al dominio del lenguaje corporal, ese nuevo lenguaje que no sabe ni puede ni quiere mentir: Tranquilos, muchachos –danzan los caballos- no teman, somos de los suyos. Y entonces de repente me doy cuenta que es así. Siempre fue así. La iluminación está hecha de micronésimos grandes insights. ¿Será posible que no nos hayamos dado cuenta antes? No importa. Porque el tiempo siempre fue ahora.



Cuando la luna esté en la Séptima Casa
Y Júpiter se alinee con Marte
La Paz guiará los planetas

Y el amor dirigirá las estrellas

Este es el amanecer de la Era de Acuario.

Armonía y entendimiento
Simpatía y Confianza jamás faltarán
Ya no habrá más burlas ni falsedades
Sueños vivos de doradas visiones
Revelaciones místicas cristalinas
Y la verdadera liberación de la mente.



¡Es que ha pasado tanto tiempo! Hemos cambiado mucho… somos un poco más libres gracias a los que nos precedieron, y al mismo tiempo hemos cambiado tan poco…la guerra todavía no ha terminado, John. 
Y la única forma que no nos vayamos a la banquina y consideremos todo esto como un bodrio o algo ridículo, es únicamente poniendo lo que vemos, amorosamente en contexto, y tomándonos el tiempo de respirar por un momento junto a eso.

Sobre una larga pared blanca se ha dispuesto una hilera de fotos personales. Yayoi-niña con ramo de crisantemos en foto de estudio… Yayoi-muchacha en bella instantánea que registra la tierna conexión con su pareja-espiritual Joseph Cornell. La serie cronológica nos cuenta con lenguaje telegráfico hitos de 84 años de vida. La expresión de Yayoi es invariablemente de grave seriedad o franca tristeza. Son muy pocas las tomas (en internet, en el catálogo oficial, en toda la muestra) en las que se la observa sonriendo. Dicen que sólo se la veía sonreír durante las orgías artísticas que dirigía y en las que no participaba. Un escrutinio caprichoso de sonrisas es un dato meramente estadístico, lo sé, pero nos lleva a abordar el asunto de sus padecimientos.


Yayoi, en sus propias palabras.


“Vengo pensando en suicidarme desde que era muy pequeña (…) Mi producción artística es para sobrevivir al dolor, creo mis obras, para sobrevivir al deseo de muerte; pero luego el dolor vuelve a mí una, y otra, y otra vez. Y siempre lo recibo haciendo arte. Sigo, todavía, en ese proceso de repetición. Pero voy a mantenerme luchando.”.

“Nací en un hogar imposible, con padres que no se llevaban bien; fui criada en medio de las tormentas cotidianas que enfurecían a mi madre y a mi padre; atormentada por una angustia obsesiva y por miedos que derivaban en alucinaciones visuales y auditivas, asma y luego arritmia, taquicardia y la ilusión de ‘ataques alternativos de alta y baja presión’, más la sensación de que la sangre inundaba el cerebro un día y se escurría al siguiente, esos episodios de desorden mental y nervioso, por los que sangraban las heridas que me había dejado una adolescencia oscura, son la fuente fundamental de mis creaciones artísticas”

“Cuando era niña, mi madre no se daba cuenta de que yo estaba enferma. Así que me pegaba, me abofeteaba, creyendo que decía disparates. Me pegaba tanto que hoy la meterían presa. Solía encerrarme con llave en el depósito, sin comida, durante la mitad del día. No sabía nada de la enfermedad mental infantil.”

“Los psiquiatras para niños no eran aceptados en ese momento, como lo son hoy en día por lo que entonces tuve que arreglármelas por mi cuenta con lo referido a la ansiedad, y no decir nada acerca de las alucinaciones y visiones que me abrumaban. No había nadie a mi alrededor con quien pudiera hablar acerca de lo que me estaba pasando”.

“Mi madre me obligaba a seguir a mi padre durante sus permanentes citas con amantes, atestiguarlas y luego relatárselas, luego descargaba su furia sobre mí, en lugar de descargarla con mi padre.”.

“Todo era exasperante, injusto y –literalmente– enloquecedor. Era como si ya hubiera perdido la esperanza en mí y en mi entorno desde el momento en que estaba en el vientre de mi madre. Pintar era una suerte de fiebre nacida de la desesperación, la única manera de seguir estando viva en este mundo.”

“Ciertos incidentes de mi infancia quizás expliquen la aparición regular de cuerpos desnudos en mis happenings. Cuando era niña dibujaba todo el tiempo mientras estaba en casa pero cuando salía, aparecía mi otro yo: una marimacho a la que le gustaba treparse a los árboles. En aquel tiempo cuando llegaban las vacaciones de verano pasaba una temporada en la casa de unos parientes. Y por las noches reunía a mis tías y primas y bailaba desnuda frente a ellos. Solía cantar con una melodía cualquiera una letra que yo misma había escrito, agitando abanicos amarillos en una elaborada coreografía (…) .Mis parientes me aplaudían y me ovacionaban, hasta que empezaban a quedarse dormidos, y tenía que despertarlos a codazos, pidiendo atención: “Mírenme! Sólo un número más”. Una vez, unos chicos vecinos se enteraron de mis actuaciones sin ropa, y me decían: “Queremos verte bailar desnuda!” Le pedí a mi primo que cobrara entrada para mi actuación. Pusimos una estrella en el jardín, y como vine al mundo improvisé algunos números, cantando y bailando mis canciones. Los chicos me miraban bailar con una expresión muy serena. Comprendí que los hombres tienen una necesidad profunda de ver las formas del cuerpo femenino desnudo. Sin embargo tengo un recuerdo amargo de esta experiencia: cuando mi madre se enteró de lo que había hecho, me pegó hasta dejarme casi inconsciente.”

“A mi madre no le gustaba verme pintando, y destruía las telas en las que estaba trabajando”.


Arte, Trauma y Espiritualidad: Los Lunares



Su talento artístico natural emergió tempranamente, en la infancia y se desarrolló paralelo a las experiencias de abuso por negligencia parental –como hoy se llama al maltrato psicológico (aquí se sumaba la violencia física) que padres desequilibrados pueden llegar a ejercer sobre sus hijos. El curador Philip Larrat-Smith describe a Yayoi como “atrapada durante su infancia entre un padre promiscuo y extravagante y una madre histérica y maltratadora”: Para reparar el daño sufrido en el alma de una persona abusada, no alcanza con comprender racionalmente el desequilibrio de los propios padres, aunque eso sea un excelente comienzo.


“Pinto desde los diez años, cuando tuve mis primeras alucinaciones (…) un día estaba sentada en medio de un campo de violetas y levanté la vista, notando que cada una de ellas tenía su propio rostro, una expresión humana. Atónita, escuché que me hablaban. Las voces fueron aumentando rápidamente en número e intensidad, hasta que su sonido lastimó mis oídos. Estaba tan aterrorizada que mis piernas temblaban.”


En 1939 Yayoi tiene alrededor de 10 años y comienza a dibujar. Dibuja a su madre, con los ojos cerrados, vistiendo un kimono. Un dibujo que no sólo ha conservado sino que exhibe en su página web oficial como una de sus primeras obras. Si el mismo fuera analizado como un “test psicológico proyectivo”, llamarían nuestra atención los trazos que remarcan el sombreado del cuello, representación gráfica que se interpreta en relación al control intelectual de los impulsos. Los ojos cerrados hablarían de alguna negación o represión de tendencias voyeuristas. La nariz parece enrojecida por el llanto? El fondo del retrato aparece totalmente sombreado con trazos desparejos de distinto grado de presión y transmiten un ánimo de tormentosa pesadumbre. Todo en la representación está cubierto por puntos: la piel de la cara de la madre, el kimono, el fondo. Será esta la primera producción en la que utilizó los lunares? 



Los lunares son un elemento expresivo que irá metamorfoseándose a lo largo de su vida, funciones y motivaciones irán alternándose para mantener su equilibrio psíquico y convertirse en la marca original que enriquecerá su expresión artística.

¿Representarán los lunares la tristeza de su madre? ¿La relación conflictiva entre ambas? ¿Su propia tristeza? ¿La sensación de sentirse contaminada por el abuso traumático? ¿Su dificultad para acceder a la sexuación? ¿Un intento de curación y también de castigo? ¿A sí misma o a otros? Podría ser, todo al mismo tiempo. El arte se presta a las mil maravillas para condensar contenidos múltiples, contradictorios, complementarios, diversos. 

Además de un entorno familiar hipertóxico, Yayoi y familia vivieron en el Japón que sobrevivió a los horrores de Hiroshima y Nagasaki. Fue luego de la guerra que Yayoi huyó de Japón.

“Aunque los artistas por lo general no expresan sus complejos psicológicos, directamente, yo en cambio uso mis complejos y mis miedos como temas, la sola idea de que una cosa larga y fea como un falo me penetre, me aterra, y es por eso que aparecen tantos falos en mis obras…”

Según Larrat Smith, el acto de “pegar los círculos a los otros” es análogo a un acto de imposición de manos. La transformación de la necesidad de curarse en el impulso de curar a otros? Sin embargo, las escenificaciones de Acuario que ritualmente montaba, son un hito en la cultura pop, pero no alcanzaron para traerle la paz interior que buscaba.

Los lunares también parecen haber funcionado como símbolo de filiación en sintonía con su seudo-androginia psicológica apoyada probablemente sobre su inmadurez psicosexual y el hecho de tratarse sin duda de una persona muy espiritual: “Todos me llamaban ‘Hermana’ porque para ellos era como una especie de monja, pero ni masculina ni femenina. Soy una persona que no tiene sexo.” - dice.


El psicoterapeuta budista norteamericano John Welwood explica en su libro "Psicología del despertar" que cuando se sufren problemas psicológicos, no se trata de efectuar un “ bypass espiritual": esto es, utilizar ideas y prácticas espirituales para eludir las cuestiones personales inconclusas, como la baja autoestima, la alienación social, o los conflictos emocionales, porque si bien tal cosa puede producir algún alivio momentáneo, lo psicológico y lo espiritual son dos registros conectados pero diferentes. Especialmente si lo vivido ha ocasionado una herida psíquica profunda, si no ha permitido que se desarrolle una personalidad equilibrada, es seguro que lo que nos hace sufrir, seguirá torturándonos, si no somos ayudados adecuadamente a “digerirlo” o “cicatrizarlo” en el nivel propiamente psicológico.. Sería por eso que el valioso arte de Yayoi, queda en parte atrapado en- una obsesión infinita de exorcismos privados infructuosos que no logran la resolución del trauma.

¿Puede el ejercicio del arte curar a alguien por sí mismo? La Arte-terapeuta vasca Amaia Zurbano dice que en arte-terapia no se trata de dar rienda suelta a la libre creatividad del sujeto, sino que se trata de una actividad terapéutica orientada que se sirve del arte pero en la cual el arte-terapeuta media entre el paciente y su obra, es el terapeuta quien tiene los conocimientos para utilizar la actividad artística y la producción al servicio de la cura del paciente. En el tratamiento de traumas, los símbolos sirven para reemplazar la realidad por medio de sustitutos. A través de la representación se intenta trabajar el conflicto o la vivencia traumática. La obra de arte producida en un contexto arte-terapéutico sirve de puente allí donde cuesta expresar un aspecto doloroso determinado. Cuando la producción artística sirve de puente, se da lo que se llama proceso de objetivación: los sentimientos o las ideas se sacan al exterior, al objeto (cuadro, dibujo, escultura etc.) El objeto de arte permite al individuo separarse de sus sentimientos y reconocer su existencia y por medio de una repetición de este trabajo, los sentimientos se pueden integrar en el sujeto de una manera más objetiva. También, de acuerdo con las teorías de Antón Ehrezweig (Psicoanálisis de la Percepción Artística) y de Carl Gustav Jung (padre de la Psicología Analítica y que tiene una teoría del Inconsciente diferente a la de Freud), el proceso creativo sirve para equilibrar, compensar y autorregular la psique, y en el ámbito de la arte-terapia para ayudar al sujeto a evolucionar y buscar cierto equilibrio.

Afinando el GPS Diagnóstico: Psicoanálisis y Neurociencias

Un trauma psíquico es un impacto emocional intenso, una vivencia o un conjunto de vivencias negativas que provocan una herida, una huella en el inconsciente. Esa herida psíquica produce una excitación mental inasimilable que -desde 1996- se denomina Estrés Post-traumático.

Haber vivido demasiadas situaciones disruptivas y “enloquecedoras”, puede haber tenido por consecuencia que Yayoi quedara traumatizada y bajo el malestar permanente del trastorno de estrés post traumático (TEPT), eso no justifica decir que Yayoi “está loca”. El grado de sufrimiento subjetivo de una persona no es un parámetro para hablar de locura.


“El médico freudiano que me atendía en Nueva York hizo empeorar mi enfermedad.”

“El psicoanálisis me secaba, me consumía la energía creativa. El miedo era mi material artístico.”


Quienes padecen de TEPT y no han sido diagnosticados suelen quejarse –como Yayoi- de los abordajes psicoanalíticos tradicionales, y es justo decir que se trata de una queja que se basa en una adecuada percepción de que el tratamiento efectivamente no los está ayudando. Y cuando el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, si el malestar psíquico no cesa, no mejorar se vivencia claramente como empeorar.


Es que padecer de estrés post traumático crónico es como tener “un virus” en el procesador de la mente, el funcionamiento de la personalidad se altera y esto produce una serie de síntomas y disfuncionalidades que suelen complicar la posibilidad de diagnóstico, y también el éxito de los abordajes tradicionales, porque la mente no está en condiciones de ser utilizada como instrumento para la cura tradicional por la palabra. Un TEPT que se ha cronificado, puede tranquilamente ocasionar esa “mezcla de depresión, neurosis obsesivo-compulsiva y alucinaciones” de las que habla Yayoi. El psicoanalista francés Jacques Roques en su libro “La Revolución Terapéutica” relata su experiencia clínica (con una terapia específica para el TEPT que se llama EMDR), y describe muchos casos como los de Yayoi a los que denomina “envenenamientos psíquicos”. Si estas hipótesis son correctas, ¿podría la situación clínica de Yayoi respecto a su TEPT ser análoga a la de una persona que sufre de “tuberculosis” y no supiera que hace sólo veinte años se descubrieron los “antibióticos” que curan la infección? Tal vez.

Mientras tanto, Yayoi sigue “pintando sin parar” para ejercitar su talento, su impresionante impulso creativo, y como actividad de descarga para calmarse y distraer su mente de los pensamientos automáticos suicidas consecuencia del TEPT crónico.



La otra estrategia de afrontamiento es su ”filosofía del auto-borramiento” que ella misma describe como “una reacción defensiva al estrés de un mundo doloroso”, es la manera que ha inventado para tomar distancia del dolor. La disociación emocional es uno de los métodos de supervivencia de las personas que sufren de trauma complejo. Dice: Yayoi: “siento estar en un lugar en que me envuelven cortinas plisadas a rayas, y mi alma finalmente se separa del cuerpo. Una vez que eso sucede, puedo recoger una flor en el jardín, por ejemplo, y ser incapaz de sentirla. Caminar como si estuviera en una nube, no siento mi cuerpo como algo real”. Artísticamente, lo representa mezclándose camaleónicamente a sí misma en las tramas de sus obras hasta casi desaparecer, como soñando con disolverse para dejar de sufrir. Si bien su filosofía sintoniza bien con los conceptos espirituales de disolución del ego a los que la orienta su espiritualidad, su filosofía termina sonando como una racionalización forzada y evasiva:

“Mis performances son una suerte de filosofía simbólica que se expresa a través de los lunares. El lunar tiene la forma del sol que es símbolo de la energía del mundo y de nuestra vida y también la forma de la luna que es la quietud. Redondos, suaves, coloridos, sin sentido e ignorantes (…) Cuando borramos la naturaleza y nuestros cuerpos con lunares, nos integramos a la unidad de nuestro entorno. Nos volvemos parte de la eternidad y nos borramos por el amor.”



Deja que entre, que entre el sol.

¿Qué pasaría si Yayoi se curara del TEPT? ¿Dejaría de pintar?

No es serio llevar estas meditaciones mucho más lejos, ya lo sé. Sin embargo, la experiencia de personas que han reprocesado los traumas de su sistema, y que han sido adecuadamente acompañadas terapéuticamente en el proceso de desarrollo e integración de su personalidad, permite afirmar que la cura o una mejoría muy importante es posible.

Soñemos despiertos. Yayoi se cura, arriba a la posibilidad de elegir y elige seguir haciendo lo que más ama. Sigue pintando, pero sin compulsión. Aparecen nuevos temas acordes a sus nuevas preocupaciones evolutivas, cesa la repetición y florece el crisantemo de la nueva creación. Es imposible saberlo con certeza, es verdad, pero qué interesante sería que alguien lo intentara, que Yayoi en un par de años, agregara una sala más al Malba con las obras de su nueva etapa, y la escucháramos contarnos acerca de sus nuevas experiencias y descubrimientos…

¿Circula en la muestra Obsesión Infinita un velado pedido de ayuda? ¿O es simplemente mi empatía con su sufrimiento que me ha llevado demasiado lejos en mis fantasías de ayudarla? ¿Y si los lunares-autoadhesivos-pret-á-porter que salen del Malba pegados a la gente, son señales de S.O.S. enviadas por la chiquita que ha quedado encerrada en algún pasadizo interno de Kusama, la niña que secretamente espera que alguien se avive que ella sigue allí, que se anime a rescatarla, y que busque la manera de devolverle la sonrisa?

Porque la última abuela hippie, no sonríe.

No nos engañemos, Yayoi no vive como un oxímoron de lunares-dolientes-multicolores. Yayoi , sólo sobrevive.



Infinity Net

Su atención, por favor. Un llamado a la solidaridad cósmica. 

Se busca urgente, profesional de la salud, paciente, sensible, visionario, sabio y con amplios conocimientos terapéuticos de última generación , que domine el japonés, el silencio, el lenguaje de los lunares, el de las estrellas, y el de los zapallos, que guste de cantar, bailar y dibujar, para ayudar a niña-herida-artista-de-84-años .

Facultativos resecos, rogamos abstenerse.

Muchas gracias.



Nota:  Hasta la fecha Yayoi Kusama vive hospitalizada por voluntad propia en una Clínica Psiquiátrica en la que ha montado su atellier, y paga su estadía con la venta de sus cuadros.

Este artículo formó parte de las "variaciones"  "CUATRO FORMAS DE MIRAR UN LUNAR" realizada junto a mis compañeros de ORSAI MASTERS bajo la guía de Gonzalo Garcés durante mi intento de este año de aprender algo de Periodismo Cultural.