Verguenza, Culpabilización y Omnipotencia.


¿Quién en su vida de niño o incluso de adulto no ha recibido alguna vez injurias culpabilizantes del tipo:

"Pero... no tenés verguenza !"  o

 "Deberías tener verguenza!"  ?



Estas expresiones que apelan a una toma de consciencia o a un cambio de comportamiento, son de hecho verdaderos venenos que  desencadenan malestares y autoculpabilizaciones.
Pequeñas frases hirientes y alienantes proferidas por nuestros amigos y/o parientes que tratan de reforzar su propio poder o de verificar su influencia sobre nosotros.
En el sistema relacional que domina todavía hoy en la familia y la sociedad, el reproche, la acusación, la culpabilización constituyen un modo muy utilizado.  

La culpabilización -que no debe confundirse con la culpabilidad- trata de hacer a alguien responsable de aquello que es vivido o padecido por un otro: "Mirá  cómo estoy mal por lo que has hecho!" . La culpabilización es de hecho una desresponsabilización encubierta, una  negativa a reconocer  que lo que se persigue es lastimar o herir a través de esa práctica.

Si yo descubro que mi hijo ha robado algo de un negocio, me corresponde interrogarme acerca de lo que su acto amenaza, toca o reactiva en mí. Es a mí a quien me corresponde posicionarme, manifestar mi desacuerdo, testimoniar de mis expectativas o valores. Si yo estoy verdaderamente a la altura de mis valores yo no tendré necesidad de ejercer una presión moral sobre el otro tratando de hacerle sentir verguenza

El elemento que desencadena una tentativa de culpabilización es relativamente fácil de determinar.

Gira en torno a cuatro proposiciones relacionales:


"Tú has hecho aquello que no deberías haber hecho".

"Tú NO has hecho aquello que deberías haber hecho".

"Tú has dicho aquello que no deberías haber dicho"

"Tú NO has dicho aquello que deberías haber dicho".

El "deberías tener verguenza" está siempre en relación con un punto de referencia que hace ley en un medio dado. Aquel que apela a la verguenza se siente garante del respeto de la regla. Una variante hábil sera la devolución de la acusación: "Por tu causa, nosotros tenemos verguenza!". Pretendiendo tomar la verguenza sobre si mismos, en realidad lo que hacen es cargar  aún más el peso sobre aquellos considerados responsables. Las respuestas del acusado van a ser extremadamente variables y no siempre irán en el sentido deseado por quien culpabiliza. 

Quien recibe la injuria puede no solo confirmarla sino amplificarla. Se puede sentir verdaderamente culpable, vergonzoso, es decir sentir un trastorno o molestia y adoptar de golpe una actitud de sumisión, real o ficticia. Presentando un perfil bajo , puede intentar calmar la cólera y los reproches que le son destinados. 

Pero para aquellos que detentan la autoridad , a veces nada es suficiente. Pueden querer castigar, exigir arrepentimiento, exigir disculpas, una confirmación de la sumisión que los confortará en su acusación a la persona de "haber hecho algo vergonzoso",
poniendo en tela de juicio un acto personal o la negación -"No es mi culpa, no lo hice a propósito", o la acusación contra-agresiva "fue el otro quien comenzó". Los intentos de culpabilización  desarrollan en el acusado sentimientos de duda y falta de amor a sí mismo.

Todo intento de disminuir, humillar, o desvalorizar a una persona - niño o adulto- es infantilizante tanto para quien es culpabilizado como para el que ejerce la culpabilización. Una de las consecuencias de la culpabilización es la de mantener los retoños de onmipotencia infantil que todos llevamos en nosotros mismos.


("Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra".)


Aprendamos entonces a no cultivar la culpabilización. 


¿Cuál es la alternativa?  

Frente a un comportamiento que puede chocarnos o lastimarnos, tratemos de reafirmar nuestro punto de vista, de formular nuestro sentimiento íntimo, de identificar nuestro resentimiento y de definir nuestros umbrales de intolerancia. 

Frente  a lo ocurrido, la clave puede pasar por hablar de lo que nos pasa a nosotros y lo que nosotros pensamos respecto a lo que pasó, en lugar de poner la carga en juzgar la conducta del otro o victimizarnos.  Para lograrlo, nos hará falta mucha auto-observación !

Las relaciones humanas deben ser mantenidas por una ética personal, y no por un moralismo cuya intención sea mantener en situación de dependencia a quienes tienen problemas, malestares, dudas, confusión, falta de confianza, o que tal vez -simplemente- se están comportando de una manera diferente a lo que esperábamos.  

Fuente:  Jacques Salomé-  "Tu-n-as-pas-honte" - Traducción libre: Alejandra Ferreiro.