Manifiesto de la ternura






No hay reposo sin amor, 
no se duerme sin sueños de amor.
Seas loco o frío, 
obsesionado con ángeles o máquinas, 
el deseo final es el amor. 
Debe darse para no volver, 
como el pensamiento se da, en soledad, 
con toda la excelencia de sus excesos.

Allen Ginsberg - Poeta estadounidense






En cualquier instante de cada día, en esta esfera azul que flota en el espacio sideral, hay otro mundo invisible llamado Uterolandia, poblado por unos 120 millones de criaturas en estado de gestación. Sus madres no hacen discursos sobre el acto de procrear. Cumplen su tarea, con excelencia.
Y cada nuevo ser que nace es un milagro. Pero luego, muchas sociedades patologizadas deforman los dones y los potenciales. Nunca en la historia humana se gastó tanto dinero en fármacos sedantes o euforizantes. Nunca antes hubo tanta desolación psíquica en el mundo.

Por eso, urge recrear el amor. No en la escala de los estadios gigantescos o las cadenas televisivas. No en la opacidad masturbatoria de los discursos. Sino en el templo del alma, donde cada cual puede convertirse en ejemplo vivo de lo mejor que anhela. El amor se contagia, es un estado de gracia. Quien ha estado enamorado conoce ese sentimiento. Y quien lo desconoce se muere por conocerlo: ella espera su principe azul, el sueña con su princesa dorada. Por eso son tan exitosas las telenovelas.

El amor se amasa como el pan, es una amalgama cuyo resultado final resulta imprevisible. Transforma a quienes aman y transforma también a quienes son testigos de tal cúspide artesanal.

Cada cual elige: su mano es una herramienta ideal para la caricia, pero convertida en puño sirve a su vez, para la trompada.

Amar es también abstenerse de causar daños. Es saber callar cuando la palabra puede herir. Es tolerar las fallas del otro. Amar es ser uno menos en el infierno de las metrópolis y ser uno más en la silenciosa tarea de darle sentido al acto de respirar.

Uno no es apenas un buscador de afectos, también debe estar atento a la realidad de ser buscado por otro ser, y de ser encontrado en el momento único del enamoramiento.

El amor, además de mover montañas, crea universos. Modela o tranforma las comunidades.
No hacemos el amor: el amor nos hace. Pero reducido sólo a su faceta genital,
no nos diferencia mucho de los animales. En cambio, convertido en espacio sagrado,  motiva e ilumina, exalta y salva. Ya sea erótico, espiritual, psíquico o cósmico.
Urge reasumir la ternura.
Hemos vivido maniatados durante siglos. Bajo falsas promesas de emanicipación, que no produjeron otra cosa que nuevos barrotes y diferentes cadenas. Hasta que de repente algo empieza a decirte que por allí no está más la cosa. Es como una chispa que se produce en  algún rincón de tus células. Pero no lleva a ningún tipo de certidumbre , en cambio, te impulsa hacia una incómoda sensación de desamparo.

Es en tal instante que comienza a aflorar tu genuina ternura. La que ha estado comprimida en el pabellón de las gemas negadas. Es solamente tuya, y encierra la llave del Universo. No es un acto  genital, ni mucho menos un malabar de la piel. Es algo mayor, es un cosmos de tenues hebras con las que es posible bordar un inédito itinerario de emociones, ideas y confluencias. Es el inicio de un canto de lealtad suprema. Es tu tarjeta de crédito infinitesimal. Es la tarea para la cual has brotado en este mundo, singularmente, en pos de una existencia plural donde los otros no son enemigos potenciales sino aliados inconmensurables. 

Nada es preciso organizar. Todo lo contrario. La tarea consiste en predisponerse a que se produzcan las conexiones apropiadas. Te dirán que eso no paliará el hambre que hay en la Tierra o no detendrá a los fabricantes de armamentos. A primera vista, no. Pero el parámetro que va a envolver tus nuevas experiencias no es el de las dualidades conflictivas sino el de las integridades generadoras.  La construcción de la justicia y la paz solo es posible a partir de una remodelación paulatina de nuestra intervención en el mundo. Podemos condenar hasta el hartazgo las acciones de los demás. Y en esa gimnasia nos olvidamos de nuestra propias acciones. Todo el tiempo pensamos en combatir esto o aquello. Cuando la única manera de parar el combate es parar el combate. Tal cual.

La ternura no es una labor para salir en fotografías publicadas. Es un compromiso anónimo.

La paz es la ausencia de una actividad muy excitante, la guerra. Y nadie jamás ha optado por nada en lugar de algo, especialmente si se trata de algo excitante. La paz  tiene connotación de calmo y quieto, de serenidad, de embeleso y la gente no se siente muy atraída por eso. Después de un tiempo resulta aburrido: Tenemos que imaginar qué es lo que en verdad queremos y entonces jugarnos por ello" (Robert Fuller, filósofo)

No es necesario luchar por la libertad, porque libertad es ausencia de combate.
No es preciso esforzarse por la ternura: la ternura es ausencia de resentimiento.
La ternura de la que hablo es la que logra interrumpir la continuidad de la violencia interna de cada uno

Antes de hacer discursos sobre la violencia de los demás ¿qué sucede con las guerras mundiales que hay en nuestra alma y en nuestra mente?  

La ternura no es un discurso, es una actividad. 
No es un estandarte, sino una dinámica. 
No basta detestar la violencia.  
Es preciso encarnar una presencia dinámica que irradie impetus contagiosos y que impulse la creación de situaciones donde no rijan las reglas que sólo hablan de destrucción y represión.

 La integración de lo negativo en la vida, es un desafío.

 La trayectoria humana se estructura como un drama de enorme efecto,
 toda elevación se concreta como liberación de muchas amarras, toda santidad se construye con el telón de fondo de grandes tentaciones. Toda fortaleza se consolida mediante la disolución de la vulnerabilidad y no en base a la construcción de murallas. (L. Boff - teólogo)

Los humanos debemos llegar a sentirnos unidos psíquicamente, espiritualmente, para conseguir formar la única sociedad verdadera: "la fraternidad universal interior" (Aivhanov).

Para cambiar el mundo hay que transformarse, pues a su vez las tempestades hacen que los árboles echen raíces más profundas.

Amo, luego existo. Se que algo está vibrando fuerte debajo de todas las apariencias...
Cada brizna de hierba tiene un angel de la guarda 
que se inclina sobre ella y susurra: 
"Crece, crece"

Talmud de Jerusalén.



"Collage" de ideas expresadas por  Miguel Grinberg
en su libro: 
"TERNURA deleite supremo -
Vivencias espirituales, psíquicas, eróticas y evolutivas
para existir amorosamente"
Ediciones Pausa (2008 )Buenos Aires
154 páginas.