Aprender a ser paciente.



Paciente: Del latín patior, páteris, passus sum, que significa padecer.

Paciente es el que padece.

Ser paciente es también -en sentido coloquial- ejercitar la paciencia.

Cuando se está padeciendo, tener paciencia no es fácil, aunque puede volverse más factible cuando el paciente se siente "orientado" respecto a la dirección de su "proceso". La orientación refuerza la confianza en el camino que se está emprendiendo, y la confianza, alimenta la posibilidad de incrementar la paciencia, de tolerar los tiempos del proceso.

Es importante que puedan alcanzarse acuerdos con el paciente en relación a la dirección del trabajo conjunto que estamos realizando como así también ciertos objetivos que pueden ser más o menos amplios, y deben estar consensuados.

La capacidad de aprendizaje del paciente respecto a la tarea que le toca a él, dependerá del estado y calidad de sus propias funciones yoicas en el momento de la consulta, y es responsabilidad del terapeuta promover tareas que permitan poner a punto esas disposiciones ejercitando el uso de herramientas que le permitan al paciente explorar de la mejor manera posible eso que le pasa.

Se trata de aprender una manera nueva de relacionarse con los temas que se anudan en el malestar, que se puede ir aprendiendo desde el comienzo y se perfecciona con el tiempo.

Hacer psicoterapia es una tarea compartida en la cual el terapeuta cumple de distintas maneras el rol de facilitador del proceso.

¿Qué esperamos que nuestro paciente haya desarrollado al final de una psicoterapia "suficientemente buena"? Entre otras cosas, es esperable que llegue a adquirir la capacidad de autoanálisis o "darse cuenta".

El proceso del saber es tan importante como lo que se sabe.

Lo que se logra en una terapia relativamente exitosa es un modo de saber,
y no simplemente saber. Y también una mayor coherencia entre lo que se piensa,
se siente y se hace.

El paciente va adquiriendo una relación distinta a la que tenía previamente con sus pensamientos y sentimientos, y empieza a verlos como acontecimientos psicológicos que pueden ser observados, en los que se puede pensar y con los que se puede jugar.




Hay dos tipos de saber que el paciente puede obtener. Cada uno de ellos funciona de modo diferente, se usa de modo diferente y ambos son cruciales para el éxito del proceso.

El saber como un estado, conduce a un aumento de la estructura, lo cual tiene efectos de mediatización de todo el proceso de reacción a estresores internos y externos.

"Hacer consciente lo inconsciente" está orientado hacia este tipo de conocimiento, y eso disminuye los "automatismos", flexibiliza lo rígido y permite ir operando sobre lo "repetitivo".

El trabajo terapéutico, va transformando lo simple en complejo, y la complejidad
va aportando mayor riqueza simbólica y amplitud de la conciencia multidimensional.

Por otro lado el saber como proceso pone el acento en llegar a percibir cómo uno piensa más que en lo que uno piensa. Atender al COMO, más que al QUE (o además del QUE), nos aporta información muy valiosa respecto a las cuestiones que nos ocupan en las sesiones.

Pasar de un pensamiento concreto (pensar en las cosas que me ponen mal, o las cosas que me pasan, o los hechos), a llegar a pensar en lo que pienso y siento acerca de esas cosas o hechos, y llegar a reflexionar sobre lo que pienso y siento, y empezar a captar relaciones entre distintos factores en una situación.

Jugar con los pensamientos, sentimientos, sensaciones e intuiciones es un aspecto importante de la parte creativa de un proceso terapéutico.

El foco en el proceso contribuye al cambio porque es fuente de insight y contribuye a la capacidad del paciente para convertirse en el tipo de pensador que adquiere capacidad autoanalítica.

Otras líneas fecundas en este aprendizaje son el trabajar en el presente,
atender a lo que trae efectivamente el paciente como tema, respetar los umbrales de tolerancia de cada paciente, poner atención a lo que pasa en la relación terapéutica, la fluctuación alternada entre la percepción del contenido y lo que está pasando en el proceso,
el protagonismo del terapeuta y el del paciente en distintos momentos del proceso en un juego de presencia/ausencia complementaria (H. Fiorini), la complementariedad de los estilos de comunicación (Liberman)

El proceso del saber no es silencioso.

Es el resultado de una actividad mental activa, a veces dirigida, a veces no.

El proceso de pensar incluye la capacidad de un yo observador que es parte del
 proceso de autoconocimiento.

Es importante crear las condiciones para que el paciente pueda hacerse cargo (hasta donde le sea posible) de la parte que le toca ejercer dentro del proceso terápeutico.

Ser paciente no es ser pasivo, sino que la paciencia y la receptividad son el fondo sobre el cual se va desarrollando esa actividad preñada de posibilidades y descubrimientos, que es propia de eso que llamamos "hacer psicoterapia".

La capacidad de autoanálisis de un paciente depende de nuestro modo de ser psicoterapeutas y del modo del paciente de enfocar la tarea. Cuanta más atención prestamos a cómo ayudamos al saber del paciente, más fácil será para éste saber cómo saber y como ser parte de un tratamiento exitoso.

Aunque no podemos generalizar, cuando pacientes y/o terapeutas se "quejan" de procesos terapéuticos en los que parece que "no pasa nada" puede ser recomendable revisar lo que está pasando en cuanto a este nivel de trabajo que es parte integral del proceso psicoterapéutico.

Podemos entonces afirmar hasta cierto punto que el saber respecto a ser paciente, es algo que "se enseña y se aprende".

“El método de la complejidad no tiene como misión volver a
encontrar la certidumbre perdida y el principio Uno de la Verdad.
Por el contrario, debe construir un pensamiento que se nutra de
incertidumbre en lugar de morir de ella…es la conciencia de que lo
que más falta nos hace no es el conocimiento de lo que ignoramos,
sino la aptitud para pensar lo que sabemos. Es, en fin y sobre todo,
la voluntad de sustituir la euforia de un conocimiento incapaz de
conocerse a si mismo por la búsqueda inquieta de un conocimiento
del conocimiento”.
Edgard Morin (1980)